lunes, 1 de marzo de 2010

Mi mente y yo

Si tuviera que explicar de qué trata el oficio de taxista, desde mi muy subjetivo punto de vista diría que es una especie de viaje solitario entre mi mente y yo…     
 
Se que ser taxista debe ser uno de los oficios más sociales que hay en el mundo, ya que es lógico el contacto con gente de todo tipo: ricos, nacos, fresas, gringos, mochos, jotos, monjas o teiboleras. Quizás lo ilógico es la confianza que suelen tener los pasajeros con su chofer, porque simplemente no es normal contar a un desconocido tu drama amoroso reciente o la desgracia familiar porque la que atraviesas. Sea como sea un especial acercamiento con la gente esta ahí, no es de a gratis que muchas personas consideren a los taxistas una especie de psicólogos, sacerdotes -por aquello de las confesiones que hacen…- o unos simples chismosos.   
 
Sin embargo mi caso es totalmente distinto, quizás porque no me gustaba que me sacaran plática los taxistas o simplemente es mi personalidad, pero lo cierto es que prefiero ir callado mientras realizo mi trabajo. No soy descortés si alguien me saca platica, hablar del clima, política local o de cómo “esta la chamba” son conversaciones que ya casi me se de memoria. Aún así, la verdad es que la gran mayoría del tiempo en el taxi me la pasó callado.    
 
Dirán que ir manejando un coche ya requiere toda mi atención como para tener mente libre para otra cosa, pero como muchos sabrán, conducir al final termina siendo como caminar, lo terminas haciendo casi de forma automática. Incluso cuidarse y esquivar subnormales al volante pasa a formar parte del repertorio inconsciente de conducir. Quizás en un momento los topes y baches fueron mi gran preocupación, pero pasado un tiempo (y muchos “¡ouch!”, “pendejo no lo vi”, “¡ay!”) termine aprendiéndomelos, tanto que ya se donde y como frenar por muchas zonas de la ciudad.    
 
Así que paradójicamente mi oficio termina siendo un momento de soledad, uno donde me paso horas discutiendo, razonando y peleándome con mi mente. De telón de fondo tengo los torcidos paisajes de una ciudad mexicana, la mirada perdida de algún pasajero en el espejo retrovisor, los rayos secos y ardientes del sol del bajío, algunos niños vendiéndome chicles en los semáforos o simplemente el murmullo de una platica intrascendente de algunos pasajeros. Las opciones y combinaciones son muchas y variadas.  
 
Antes tantas horas solo me queda planear, conspirar y recordar. Momentos que sirven para abrir viejas heridas, hacerlas más profundas y raramente curarlas. Horas que ayudan a acabar con la apatía, ponerme en modo paranoico o únicamente darme sonrisas malévolas por pensamientos bizarros. Recuerdos y personas que olvide hace tiempo suelen reaparecer como fantasmas, a veces no se ni cuanto alcance tiene mi memoria. Tanto tiempo de reflexión debería serme útil, lo cierto es que al final de la jornada solo haré recuento monetario, cargare gasolina y dejare el coche al mismo tiempo que mis horas de conspiraciones, únicamente me desconectare de mi mente y regresare a mi prosaica vida como si nada hubiera pasado.

3 comentarios:

Ana Villico dijo...

A veces como quisiera entender eso de manejar a solas, el día que lo haga quizas también tenga desconexiones asi, como vos.
¡Gran entrada! Me agrado de verdad, eso de los taxistas es muy cierto, son curiosos ángeles pobres despojados de los lujos celestes que escuchan muchísimo, y nos regalan unos momentos tan curiosos.
Me recordaste ciertas cosas, y a veces eso de reservarse, desconectarse, ver que los ghosts vienen a verte de vez en cuando, sin invocarlos... so curious.

Anónimo dijo...

Goddamn Viktorio, tienes un estilo de escritura muy pulcro y preciso. Te felicito de verdad.

Tu amigo, Belza

Viktor dijo...

Gracias amigo, la verdad es que viniendo de ti las felicitaciones significa que algo ando haciendo bien.

Thx